miércoles, 19 de mayo de 2010

Sonidos...

Me gustan los sonidos. Me gustan los pequeños ruidillos. Los gemidos, los jadeos, los susurros. El leve roce que hace la ropa al caer al suelo, el casi imperceptible raaassssss de unas uñas pasando suavecito por la piel. Me gusta que me hablen al oído, y escuchar el aire que sale a golpes de la garganta. Los susurros entrecortados y las palabras casi balbuceadas cuando tu mente quiere estar a dos tres cuatro cosas a la vez pero en realidad solo está a una. Me gusta que me hablen, que me cuenten que me anticipen lo que me van a hacer con la promesa implícita de que será mejor, mucho mejor de lo que imagino.

Enterrar los dedos en un cuenco de arroz y oir el roce con el que los granos escapan entre ellos, el repiqueteo de los granos de café cayendo sobre una superficie de plástico, el clack clack reclak de una llave de las antiguas, huecas por dentro al abrir una vieja puerta de madera.

Me gustan las voces. Las voces extrañas, las agudas, las graves y roncas. Y no tengo ni idea de por que unas me gustan y otras, muy parecidas a las anteriores, me desagradan. Me gusta la voz de James, y la de la Chari, y la de Ellen y ese ruidillo que hace cuando rompe a reir. Me gusta la voz de Ivan, incluso cuando habla, y la de Rafa, y la de Miguel. Me gusta sentarme en un sitio e imaginar que como sonaran las voces de la gente a mi alrededor cuando les recorre una ola de placer. Me gusta que la gente se atasque y arrastre palabras y tartamudee un poquito.

No me gusta el sonido del mar, las olas rompiendo me ponen nerviosa en muy pocos minutos, pero me gusta el sonido, el tintineo que se produce al meter el pie en una piscina de noche, y moverlo despacito, oyendo esa música que nunca suena igual.

Odio el sonido de los canarios cantando a pulmón abierto, cada gorjeo se me clava en el cerebro y los estrujaría con mis propias manos. Odio los frenazos de los autobuses cuando estan mal engrasados o lo que coño sea que les pase y chirrian, siempre tengo que llevarme las manos a los oidos. Me gusta el primer sonido que le arrancan a una guitarra eléctrica o a un bajo, ese que rompe el silencio y da comienzo a todo. Me gusta el saxofón, y ese sonido que te hace moverte cuando suena alegre y casi puedes ver las notas salir de su boca ancha y bailar delante de ti, y sobre todo ese sonido lastimero cuando suena de forma que parece que llora y las notas salen convertidas en gotas de agua que se rompen contra el suelo. No me gusta la música de violin, es chirriante y demasiado.... algo. Y no, no tiene nada que ver con QAF.

El croar grave y profundo de las ranas, y ese sonido que suena como una nota sostenida. El rasgar de un papel, el golpeteo de los hielos contra el cristal de una copa. El rugido del motor de un coche potente en la noche, me da igual la marca, me da igual el modelo, me da igual el color. Ese sonido que hace, como una pantera a punto de atacar, cuando alguien lo pisa a fondo y ruge y ruge Y RUGE.

La lluvia en los cristales me da igual, pero... el repiqueteo de unos tacones, clack clack clack, por la noche, sobre los adoquines e
imaginar quien los lleva...nmnmnm. El crujido de la madera al partirse, el quejido del hielo al romperse, el siseo de las páginas de un libro. El golpeteo hueco de las pezuñas de un caballo contra el asfalto, el pic pic pic de las patitas de un perrito en la madera del suelo.El relajante clic clic clicliclic de las teclas de un MAC. Me gusta la voz de Bob Esponja.

No me gusta el sonido de mi propia voz cuando lo oigo fuera de mi cabeza, en algún video. No lo reconozco y no me gusta. Suena demasiado ajeno para ser mio y demasiado silbante.

Me gusta el poc poc de las palomitas al microondas y el crunch de una zanahoria cuando la muerdes y el sonido que hace el agua cuando cuela en espiral y el gorgoteo al hervir.

Me pone la piel de gallina el chirrido del cuchillo contra el plato, me castañetean los dientes y no puedo soportarlo, pero me encanta en sonido de la tiza sobre la pizarra. Me gusta oir a alguien cuchichear y escuchar esa carcajada que pretende ser silenciosa pero no lo es. Me gusta el sonido de las cuentas de un rosario. Me gusta entrar en una iglesia vacía y oir el eco de los pasos amplificados por el silencio y el espacio. Me gusta oir la respiracion de quien duerme a mi lado.

Pero hay un ritual que me fascina, por lo que tiene de sonoro y por lo que tiene de ritual. Y es el momento en el que el farmacéutico saca del bolsillo de su impecable bata blanca un cutter pequeñito y lo apoya en esa ventanita que tienen casi todas las medicinas y que es un cuadradito hecho de rayitas perforadas. Me gusta cuando pasa el cutter con la habilidad de la costumbre y rasga (racracracrac) las rayitas de tres lados, luego agarra el cartoncillo y tira (rriiiissss) con dos dedos para separar el cuarto lado. Yo siempre sigo el proceso fascinada, sin poder apartar los ojos. Despues coge el cuadradito y lo pega en el celo que esta sujeto al pesado portarrollos y tira (ñiiiiiiiiccccc). Luego, rasga el celo con los piquitos de metal (raaas), lo pega en la receta y corta una copia para ti, y otra, la que lleva el cuadradito para él. Yo nunca hablo con el farmaceutico cuando hace eso, le dejo hacer, fascinada. Un dia se lo dije a Troy y desde entonces, siempre que va a la farmacia él, cuando llega a casa me lo cuenta.